Mi reflexión personal de este año complicado
“I a la fi tornaré a mi,
Només l'ànima sap tot el que tenim
Hem plorat fins els bassals
Que ara ens diuen les veritats.Quan tanquis els ulls en el teu respirar sincer
No podràs ser qui no ets, no podràs ser qui no ets”Oques Grasses (Torno a ser jo)
Se acerca el fin de este 2025, y siento que necesito sentarme, respirar y hacer un recap de todo lo que ha pasado. Ha sido un año extraño, duro, revelador. Un año que podría describir, sin exagerar, como uno de los peores de mi vida… y al mismo tiempo, uno de los mejores.
Y dejad que me explique. Ahora lo entenderéis.
Empecé el año con muchísimo dolor, después de varias intervenciones que me dejaron agotada. Seguía con las mismas molestias, pero aún no había aprendido lo más importante: escucharme. parar. Respetar mis límites. Mi cabeza iba en automático, como si mi cuerpo no tuviera derecho a opinar.
Recuerdo que en mi aniversario de los 32 pedí un deseo: que todo aquello que estaba viviendo pasara rápido. Obviamente, no pasó. Para nada. Volver a mi rutina, a mi vida, a mi trabajo… lejos de ayudar, lo empeoró. A veces me cuestiono, ¿Por qué insistí en seguir adelante?… sin mirarme, sin preguntarme cómo estaba, sin escucharme realmente.
Y aquí es donde empieza la parte complicada: ¿Por qué digo que ha sido el peor y el mejor año de mi vida?
Porque descubrir cosas de ti misma duele. Hacer frente a miedos que llevabas escondiendo años, duele. Perder a una gran amiga duele. Perderte a ti misma duele aún más. Y asumirlo no es nada fácil. A veces, para convertirte en una versión nueva, mejorada, más fuerte, tienes que dejar atrás partes de ti que ya no te sirven. Y eso da vértigo. Asusta soltar personas, recuerdos, etapas… porque parecen tan importantes que casi crees que sin ellos no sabrás quién eres.
Pero también ha sido el mejor año de mi vida.
Porque cuando sueltas, haces espacio.
Y cuando haces espacio, llega lo nuevo.
Han llegado nuevas amistades, nuevas oportunidades, recuerdos bonitos, fortalezas que ni sabía que tenía, sentimientos que creía perdidos, autoestima, amor.
Un amor inmenso.
El amor de la gente que te rodea, el cariño de quienes están siempre, el amor de tu familia, de tu pareja… y, quizás lo más importante, el amor por mí misma.
Es precioso sentir —por primera vez en mucho tiempo— que eres plenamente consciente de quién eres… y que te gusta quién eres ahora. Que te sientes fuerte, incluso cuando estás débil. Que eres la versión más resistente de ti misma, aunque tu cuerpo aún esté recuperándose. Pero ahora eso ya no pesa tanto, porque sientes que puedes con todo. Y cada día un poco más.
Seguramente la vida volverá a ponerme en situaciones donde me perderé otra vez, porque así funciona.
Pero ahora sé que puedo volver.
Que puedo recomponerme.
Y eso lo cambia todo.
Por eso digo que, a pesar de todo, este ha sido un gran año. Porque el aprendizaje ha sido enorme. Porque vivir con dolor y notar poco a poco cómo empieza a desaparecer te hace sentir profundamente afortunada. Afortunada por darte cuenta de que tu vida sigue ahí, que no se ha ido, que puedes recuperarla paso a paso, sin prisas.
Y quizá eso sea lo más bonito de todo: ya no tengo prisa.
Ahora, cada bocado de esta nueva vida… me sabe a gloria.
Os dejo el link de la entrevista que me hizo hace unos días.
Con mucho cariño siempre,
Cristina S.